Encuentro (ficticio) en la noche con Alex de la Iglesia

Sí, lo sé, no son horas ni días (es lunes/martes) para encontronazos alcohólicos, pero lo que me ha pasado esta noche sobrepasa lo de hace unos meses con Alan Ball.
Esto es lo que ha pasado (lease en clave de sueño o de pesadilla):


Estoy en una fiesta concurrida, mucho falso famoseo, productores, algún director gafapasta y yo. Hay ponche y canapés, no está tan mal.
Me meo, voy al baño. Es uno de esos urinarios borregueros con forma de abrevadero, a mi lado evacúa un gordo barbudo gafapastero que bebe ponche mientras mea. De tanto mirarle le salpicó sin querer, me mira, le miro. Es Alex de la Iglesia.
-¡Un poco de cuidado hombre!
-Perdona Alex, ¿puedo llamarte Alex, no?
-Sí, pero no mucho rato.
Me mira con desprecio, observo como se detiene con estupor en las vendas de mis muñecas, como mira los pinchazos supurantes de mi antebrazo... Su cara rezuma asco.
Salimos juntos del baño, conversamos:
-No sabía que había salido de la cárcel.
-Fue hace poco, me responde.
-¿Qué pasó con los payasos?
-Se me fue la olla; con la reedición del libro, la promoción... se les fue el color.
-¿Los metiste a la lavadora?
-No, a la batidora.
-Te entiendo, ¿qué hiciste con los restos?
-Organicé esta fiesta.
Escupo, se ofende.