"El baile de la Victoria": Proyecto total
El nuevo trabajo del oscarizado Fernando Trueba ha sido recibido en el Festival de San Sebastián con una frialdad inusitada para un director español de reconocido prestigio como Trueba. Uno de los mayores errores que se achacan a "El baile de la Victoria" es su inconsistencia narrativa, y es lógico, porque Trueba ha intentado crear una película de dimensiones descomunales, que trata numerosas tramas y subtramas, y que intenta ser un homenaje a muchos géneros cinematográficos, como el cine de gangsters o el de aventuras.
A pesar de todo, debo decir que "El baile de la Victoria" me gustó. Incluso su extenso metraje anima al espectador a seguir viéndola, en lugar de desanimarle.
En este punto hago una obligada referencia a Antonio Skármeta, escritor del libro homónimo (Premio Planeta) en que se basa la película y que es asímismo el autor de "El cartero de Neruda." Por tanto estamos ante una adaptación de un libro, que, en mi opinión, siempre será más incompleta que la propia novela. Al menos en la película, se nos muestra, en un Chile que intenta recuperarse de la dictadura, a una serie de personajes marginales que intentan salir adelante y superar sus traumas. Un ex convicto que busca recuperar a su familia, una bailarina sordomuda y huerfana y un chorizo de poca monta.
Llevaba Trueba más de 7 años sin hacer ficción, fue el "El embrujo de Shangai" su última película, estrictamente hablando. "El baile de la Victoria" recuerda mucho, por sus técnicas narrativas, a una novela, de aventuras, de gangsters, de bajos fondos, impactante y delicada. Que parte de una historia de amor y superación y va extendiendo sus ramas a temas como el perdón, la reconciliación y la memoria, con el brutal transfondo de la dictadura chilena.
Aparte de una buena historia, ya he dicho que en ocasiones resulta en exceso enrevesada, son los personajes el verdadero valor de este film. Porque Fernando Trueba ha sabido crear en esta obra una serie de personajes solitarios, como compartimentos estancos, que tienen importancia por sí mismos pero que se magnifican cuendo se relacionan entre ellos. De tal forma que los papeles de Ricardo Darín, Abel Ayala y Miranda Bodenhöfer son un regalo para los actores.
Un cuento preciosista y delicado trenzado a la antigua usanza y que sin embargo es incapaz de crear una historia con sentido.
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