¿Dónde viven los monstruos?



¿Dónde viven los monstruos? Es más, ¿quiénes son los monstruos?, ¿somos nosotros? ¿Sólo los adultos, los zurdos, o, simplemente, los gemelos?

Es difícil hablar de la última película de Spike Jonze, "Donde viven los monstruos", porque no es una película para niños, ni tampoco marcadamente para adultos. Quizá su público sea sólo el propio Jonze, y aquellos que no se consideran ni adultos ni niños, una generación perdida como la nuestra, la de la posmodernidad.


Si algo hay en Spike Jonze que me gusta es su voluntad por contar, de recuperar las narraciones fantásticas propias de los cuentos de cama, sin sentido, que sólo puedan existir en nuestra mente infantil, pero sencillas. Quizá con "Cómo ser John Malkovich" marcó este ritmo genial de dar rienda suelta a su imaginación. Decía Juan Marsé que él, como escritor, era más un narrador que un intelectual:

"Procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje"

Hoy día faltan narradores, ¿se siguen contando cuentos para dormir? y como faltan narradores faltan también buenas historias y buenos guiones.

Jonze recupera el texto de Maurice Sendak en el que nos cuenta la vida de un niño, Max, que no encaja en su sociedad; su madre es una mujer divorciada que intenta reacer su vida, su hermana es una adolescente y a él le gusta pasearse por la casa vestido de conejo, contar cuentos y construirse efímeros paraísos donde leer. Cansado del mundo de los adultos, Max escapa a una misteriosa isla repleta de monstruos peludos de 3 metros cuya sociedad se desmorona por la falta de comprensión y tolerancia.



La película toma la fuerza estética de las imágenes creadas por Sendak (las localizaciones son espectaculares, los monstruos tienen una profusión de detalles impactante) y el pulso narrativo de Jonze, que es eléctrico, aunque impreciso. Hay continuos saltos emocionales, se pasa del golpe dramático más duro a una divertida batalla de bolas, y en ocasiones la historia es complicada de seguir o los giros se resuelven de maneras poco lógicas.

Eso sí, el ojo de Spike Jonze ha sabido recrear a la perfección el mundo de Sendak, el escritor. La cámara te transporta a un mundo onírico pero que también puede ser real y pernicioso, como si toda libertad escondiese su desventaja. En ocasiones me daba la sensación de estar ante la película más "bella" de todo el año.


Toda la película se sustenta sobre el viaje interior y transcendental de Max hacia la madurez, en el que los monstruos simbolizan los miedos y complejos de la infancia. También el egoísmo, la idealización y las fantasías propias de los niños.

A pesar de todo, se hace duro ver esta película, demasiado cruenta y desgarradora. No hay esperanza en el mundo de los monstruos, y en el de los adultos predominan los tonos grises. Además está cargada de imágenes y signos que raramente penetrarán en el cerebro de un niño. Aunque seguro que ellos se quedan con otras cosas de la película

El doblaje es un error, perdón, horror.

Comentarios

Nil Ventós Corominas ha dicho que…
Me gusta la reflexión de que hoy en día faltan narradores. Creo que tienes razón, aunque me parece que a veces se confunde narración con un alarde de fantasía o cosas rocambolescas.
El orejas ha dicho que…
La fantasía y las cosas rocambolescas son las q me dan la vida

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