"Un profeta"; se merece un Oscar

Parece que últimamente a la taquilla española le gusta el cine carcelario. Tras el éxito arrollador de “Celda 211”, ha llegado a las salas “Un profeta”, con la misma dinámica (la vida en una cárcel) pero mucha más fuerza y calidad cinematográfica. La verdad es que Jacques Audiard ha conseguido filmar una obra maestra en un género tan trillado como el carcelario. A pesar de ello, lo tendrá difícil en los Oscar.


Pude ver “Un profeta” en el Festival de Cine de San Sebastián allá por 2009 y me dejó muy buenas sensaciones. Narra la historia de un argelino recién metido en la jungla carcelaria, no es el más fuerte, pero sabe que para sobrevivir tiene que luchar. Gracias a su inteligencia y su visión estratégica va ascendiendo en la jerarquía de las bandas de la cárcel, hasta llegar a ser uno de los capos.

Vistas en perspectiva, “Celda 211” y “Un profeta” se asemejan, pero eso sólo temáticamente. Ambas hablan sobre la lucha por el poder en una cárcel, pero, mientras “Celda 211” se recrea en lo melodramático y sentimental, “Un profeta” toma todas estas características y aporta un valor más, saber mezclar fantasía y realidad hasta hacer que ambas se confundan. En momentos, recuerda los mejores momentos carcelarios de “La naranja mecánica”, con ese sistema presidiario tan absurdo y caduco.


Pero es sin duda ese matiz de irrealidad, que he comentado antes, el que pone de relieve la calidad de esta idea. A través de sueños, apariciones y pesadillas, el protagonista, “Malik El Djebena”, recibe a un guía espiritual que le ayuda a construir su camino de ascenso hacia el poder. Este toque de magia es el que derriba las barreras del género, convirtiendo una posible “Celda 211” en una magnífica “Un profeta”.

Aunque sería estúpido ignorar la fuerza que aporta el guion como columna vertebral del filme. Tomando como hilo argumental la lucha de bandas en el penal, presenta un colorista mosaico multicultural de gángters; la lucha entre los corsos y los barbudos (musulmanes), que crea una dicotomía entre la vieja escuela mafiosa y las nuevas hornadas, un mundo que muere, muy a lo “Corleone” (con leyes, códigos) y otro de inmigrantes, que reclaman su parte.

Los personajes asombran por lo bien construidos que están y, a la vez, su realismo. Una tarea que a los guionistas no debió resultarles nada fácil, porque cada uno es como un bifronte, son despiadados y crueles, pero están solos en el mundo, se sienten traicionados, y responden con violencia. Pero, si el papel es bueno, Tahar Rahim, el actor protagonista, crea un líder genial; frío y calculador, que engaña, parece débil, pero sabe preocuparse de los que le necesitan, como un gran padre, un “padrino” clásico.

Acabo con el guion, porque presenta un proyecto tan bien armado que no deja espacio a la relajación, el espectador tiene que estar pendiente en todo momento de los hilos que va tejiendo “El Djebena” para lograr el poder. Además presenta varios giros de guion que te dejan impactado y que sirven para desarrollar en profundidad esta preciosa historia. No puede dejar de interesarte.


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