"Ágora"
Debo decir que admiro a Alejandro Amenábar, su cine siempre consigue sorprenderme, y últimamente su valentía y su grandeza adquieren nuevas proporciones, porque con cada nueva película prueba algo completamente distinto, y siempre le sale bien. Porque, para mí, Amenábar es un genio de esos que se dan cada veinte años, es un tipo muy inteligente que sabe plasmar en cada film exactamente lo que busca, por ejemplo: En "Mar adentro", quería conseguir una película sincera y profunda, con conflicto, pero logró mantener los niveles lacrimógenes muy bajos hasta que él lo consideró oportuno, el final. Resultado: una obra graciosa, fuerte, pero no melodramática.
Centrémonos en "Ágora" . Es una película no apta para todos los públicos, es decir, habrá mucha gente a la que le parezca poco atractiva, incluso puede que aburrida. Porque Amenábar no busca emocionar ni mucho menos intenta provocar por provocar, no es el director amigo de los escándalos. Dice Carlos Boyero aquí (el crítico del "inane" y el "fútil", a quien debo reconocer el mérito de haber sido capaz de unir al cine español, aunque fuese en su contra) que "Ágora" es fría, lo es, pero porque Amenábar quiere, reformulando al propio Boyero, llega al cerebro, no al corazón, y es algo que le agradezco profundamente a Alejandro Amenábar. Por lo cual estará más cerca del crítico que del público.
Rodea a esta obra un aúrea de amor al arte y la ciencia, de absoluta sumisión ante el conocimiento y la razón, por lo tanto Alejandro Amenábar quiere abrir los ojos de los fanáticos y los violentos. Se respira durante todo el film una aire de repulsa y vergüenza ajena ante los actos de violencia, hacia la espada y el garrote. Por eso, aquellos cristianos que puedan sentirse ofendidos por esta película significa que no han sido capaces de profundizar en su mensaje, porque tanto cristianos, como judíos, romanos y griegos acaban vilipendiados, es la ciencia la única privilegiada.
A través de la vida de Hipatia, casta filósofa alejandrina del siglo V de nuestra era dedicada en cuerpo y alma a la astronomía, Alejandro Amenábar escribe una oda en honor a la incógnita que busca trazar paralelismos entre la actualidad y ese siglo V del que tan alejados nos sentimos. Por eso abundan los planos que enfocan a la Tierra desde el espacio, como un uno atemporal condenado a ser cíclico. Llegando a comparar a la especie humana con hormigas (a ese propósito dedica dos planos geniales) que no son capaces de pensar como individuos sino como masa, defendiendo a su vez un estilo de vida muy cartesiano, el de cuestionarlo todo, no fiándonos nunca de nuestros sentidos.
La inteligencia de esta película (como "Mar adentro" o "Los otros") radica en la intención del director de huir de todo aquello que sea irracional, es decir, las pasiones, por ello su perfil emocional es incuestionablemente bajo (a excepción de un par de escenas de violencia extrema cuyo significado ya he explicado) encontrando la fuerza del film en su ejemplificación de que la búsqueda del conocimiento es la mejor vía para alcanzar la felicidad (hay escenas donde el amor hacia los libros se muestra más claramente que el amor físico).
Entre medias se cuela un triángulo amoroso que en mi opinión desluce más que aporta y que sólo se puede explicar desde el punto de vista de las ambiciones económicas de un productor (un ejemplo paradigmático de este mal sería "Blade Runner"), la avaricia es lo que tiene.
Respecto al trabajo de los actores, Amenábar ha conseguido, sin duda, una muy convincente interpretación de la británica Rachel Weisz, perfectamente mimetizada en su papel de erudita pero sin maquillar su fuerte carga erótica. Los secundarios desmerecen un poco, no llegan a la altura de Weisz, por otra parte algo complicado, pero quiero destacar a Sami Samir por su brutal interpretación de Cirilo, el despiadado obispo de Alejandría, y a Ashraf Barhom, un perfecto perturbado en su papel de Amonio. Se agradece tal trabajo de cásting.
Para finalizar quiero destacar la ingente labor de producción y la importante financiación con que ha contado la película, un trabajo que Alejandro Amenábar refleja en unos planos muy bien construidos, limando cada detalle innecesario y que se recrea con profusión de detalles en la arquitectura y los escenarios, haciendo una composición muy agradable y para nada recargada.
Vayan a verla, lo agradecerán.
Centrémonos en "Ágora" . Es una película no apta para todos los públicos, es decir, habrá mucha gente a la que le parezca poco atractiva, incluso puede que aburrida. Porque Amenábar no busca emocionar ni mucho menos intenta provocar por provocar, no es el director amigo de los escándalos. Dice Carlos Boyero aquí (el crítico del "inane" y el "fútil", a quien debo reconocer el mérito de haber sido capaz de unir al cine español, aunque fuese en su contra) que "Ágora" es fría, lo es, pero porque Amenábar quiere, reformulando al propio Boyero, llega al cerebro, no al corazón, y es algo que le agradezco profundamente a Alejandro Amenábar. Por lo cual estará más cerca del crítico que del público.
Rodea a esta obra un aúrea de amor al arte y la ciencia, de absoluta sumisión ante el conocimiento y la razón, por lo tanto Alejandro Amenábar quiere abrir los ojos de los fanáticos y los violentos. Se respira durante todo el film una aire de repulsa y vergüenza ajena ante los actos de violencia, hacia la espada y el garrote. Por eso, aquellos cristianos que puedan sentirse ofendidos por esta película significa que no han sido capaces de profundizar en su mensaje, porque tanto cristianos, como judíos, romanos y griegos acaban vilipendiados, es la ciencia la única privilegiada.
A través de la vida de Hipatia, casta filósofa alejandrina del siglo V de nuestra era dedicada en cuerpo y alma a la astronomía, Alejandro Amenábar escribe una oda en honor a la incógnita que busca trazar paralelismos entre la actualidad y ese siglo V del que tan alejados nos sentimos. Por eso abundan los planos que enfocan a la Tierra desde el espacio, como un uno atemporal condenado a ser cíclico. Llegando a comparar a la especie humana con hormigas (a ese propósito dedica dos planos geniales) que no son capaces de pensar como individuos sino como masa, defendiendo a su vez un estilo de vida muy cartesiano, el de cuestionarlo todo, no fiándonos nunca de nuestros sentidos.
La inteligencia de esta película (como "Mar adentro" o "Los otros") radica en la intención del director de huir de todo aquello que sea irracional, es decir, las pasiones, por ello su perfil emocional es incuestionablemente bajo (a excepción de un par de escenas de violencia extrema cuyo significado ya he explicado) encontrando la fuerza del film en su ejemplificación de que la búsqueda del conocimiento es la mejor vía para alcanzar la felicidad (hay escenas donde el amor hacia los libros se muestra más claramente que el amor físico).
Entre medias se cuela un triángulo amoroso que en mi opinión desluce más que aporta y que sólo se puede explicar desde el punto de vista de las ambiciones económicas de un productor (un ejemplo paradigmático de este mal sería "Blade Runner"), la avaricia es lo que tiene.
Respecto al trabajo de los actores, Amenábar ha conseguido, sin duda, una muy convincente interpretación de la británica Rachel Weisz, perfectamente mimetizada en su papel de erudita pero sin maquillar su fuerte carga erótica. Los secundarios desmerecen un poco, no llegan a la altura de Weisz, por otra parte algo complicado, pero quiero destacar a Sami Samir por su brutal interpretación de Cirilo, el despiadado obispo de Alejandría, y a Ashraf Barhom, un perfecto perturbado en su papel de Amonio. Se agradece tal trabajo de cásting.
Para finalizar quiero destacar la ingente labor de producción y la importante financiación con que ha contado la película, un trabajo que Alejandro Amenábar refleja en unos planos muy bien construidos, limando cada detalle innecesario y que se recrea con profusión de detalles en la arquitectura y los escenarios, haciendo una composición muy agradable y para nada recargada.
Vayan a verla, lo agradecerán.
Comentarios
También es verdad que algún secundario desentonó bastante. Probablemente si el cine español se prodigara más en este tipo de películas, tendría una mayor afluéncia de expectadores.